Ser psiquiatra ha sido uno de los mayores retos de mi vida, pero también una de las experiencias más enriquecedoras. La psiquiatría es, en mi opinión, la especialidad más compleja de la medicina, porque no solo se trata de entender la mente humana, sino de conectar con ella de una manera profundamente empática. Hay que saber escuchar, estar presente, y ofrecer todo lo que uno puede para acompañar a esa persona en su proceso de sanación.
Lo que más me gratifica es ver cómo las personas logran entender sus propias enfermedades, esas que parecen tan complicadas e incomprendidas, y cómo, poco a poco, empiezan a sanar. Cuando veo a un paciente superar sus miedos, salir de la oscuridad de sus pensamientos, y volver a funcionar, siento una alegría inmensa. A veces, ellos me dicen cosas como: "Usted es mi ángel" o "Doctora, la quiero mucho". Y aunque sé que mi trabajo tiene un impacto importante en sus vidas, lo cierto es que yo también llego a quererlos profundamente.
Como psiquiatra, llego a ponerme en su lugar, a comprender la gravedad de lo que están viviendo, y eso hace que el lazo sea aún más fuerte.
Ser psiquiatra para mí es mucho más que un título profesional. Es amar al prójimo, ser humana, ser empática, y dar lo mejor de mí en cada encuentro. Es un compromiso diario de entender, de acompañar, y de transformar vidas, a veces con una palabra, otras con una acción, pero siempre con el corazón.
Muchas gracias a todos mis pacientes, me siento muuy agradecida de poderles ayudar.
América Chirinos
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